ISSN 2250-6225 otorgado por CAICYT - CONICET (ISSN Argentina)

martes, 15 de marzo de 2011

El concepto de “maquina de influir” de Victor Tausk.

El recorrido de nuestro eje tuvo como punto de partida la relación entre “Cuerpo y significante”, y transitando varios pasajes de la obra freudiana sobre el síntoma histérico, nos encontramos con las “psicosis”, específicamente con la “esquizofrenia”, la cual da cuenta de un cuerpo “fragmentado” y un uso de las “palabras” inusual.  Nos proponemos en el presente trabajo ampliar las referencias bibliografiacas de Freud, con el concepto de “maquina de influir” de Victor Tausk.
Desde los estudios con Charcot y Freud se comienza a vislumbrar diversas afecciones que no respondían al “cuerpo” que el corpus científico proponía.
“…la lesión de las parálisis histéricas debe ser por completo independiente de la anatomía del sistema nervioso, puesto que la histeria se comporta en sus parálisis y otras manifestaciones como si la anatomía no existiera, o como si no tuviera noticia alguna de ella1.
Comienza a traslucirse entonces una nueva concepción de “cuerpo”. Freud en un afán de poder elucidar algo del “enigmático” Icc a partir de las afecciones que “por así decirlo, nos lo pongan al alcance de la mano[i]”, trabaja: la esquizofrenia y su llamado “lenguaje de órgano”.
“…tras el proceso de la represión”, dirá Freud “…la libido quitada no busca un nuevo objeto, si no que se recoge sobre el yo…“; “..y se reproduce un estado de narcisismo primitivo, carente de objeto.” Freud, S. “Lo inconciente”. Tomo XIV, Obras Completas, pag 193.
Freud explica fenómenos del campo de la psicosis desde su teoría  libidinal.  Delimitando un punto de fijación y regresión para la esquizofrenia en el periodo autoerótico, momento previo a la constitución del yo. En la línea que plantea este autor, se  jerarquiza  una recarga libidinal del órgano. Despersonalización, fenómenos de influencia corporal, Delirios de grandeza, la inflación del yo, las alteraciones del lenguaje con una específica referencia al cuerpo, reflejan las fallas en la constitución yoica que deviene en el esquizofrénico.
Por otro lado, en el mencionado texto describe[ii] alteraciones del lenguaje en estados iniciales tales como “lenguaje amanerado, rebuscado”; “desorganización sintáctica”,  y en el contenido: “…pasa a  primer plano una referencia a órganos o a inervaciones en el cuerpo”. Y agrega que en tales síntomas, “la relación entre el sustituto y lo reprimido exhibe peculiaridades”,en contraposición a las neurosis.
Freud describe una paciente de Víctor Tausk, la señorita Emma A., que tras una querella con su amado manifiesta quejosamente que sus ojos no estaban correctamente ubicados en su rostro, “Los ojos no están derechos, están torcidos” “ella no puede entender que a él se lo vea distinto cada vez: es un hipócrita, un torcedor de ojos (simulador), él le ha torcido los ojos, ahora ella tiene los ojos torcidos, esos ya no son mas sus ojos, ella ve ahora el mundo con otros ojos”[iii]. Freud aportará: “el dicho esquizofrénico tiene aquí un sesgo hipocondriaco, ha devenido lenguaje de órgano”[iv], destacando la prevalencia en la ilación de los pensamientos conscientes  de cierta inervación corporal. En el caso de una neurosis histérica, la paciente “habría torcido convulsivamente los ojos”, y que “no habría poseído un pensamiento consciente sobre eso ni habría sido capaz de exteriorizarlo…” como el caso de la señorita Emma. 
Las sensaciones corporales que refieren en la clínica la psicosis antes nombrada son el producto de representaciones inconscientes que inervan lo corporal, y así pueden alcanzar la conciencia sin unirse a la representación palabra. Freud jerarquiza dentro de las formas expresivas de la esquizofrenia, el especial hincapié en las partes del cuerpo y la relación de contigüidad entre las palabras. Dirá entonces que se pierde la articulación entre la representación cosa (nivel inconsciente) y la representación de palabra (nivel preconsciente), rompiéndose la articulación palabra posible. Así, el fenómeno esquizofrénico da cuenta de un trato de lo lingüístico diferente, un rechazo por el significante.
Para Tausk esta paciente se encontraría en el paso intermedio de un proceso que describirá como “la génesis del aparato de influir en el curso de la esquizofrenia”. 
En un principio el paciente comienza con síntomas de alienación, “extrañeza”, luego de transformación, sentimientos de persecución, y posteriormente, la construcción del aparato de influir. Concluye así que  el aparato de influir es el término final de la evolución del síntoma, que comenzó con simples sentimientos de transformación”[v]. El delirio establecería entonces cierto orden a aquellas manifestaciones xenopáticas y a los acontecimientos de goce en el cuerpo. Freud expone la idea del “delirio como mecanismo restitutivo”. Al modo del delirio de grandeza en la paranoia: Tausk lo denominará “paranoia somática”.
A la base, ambos autores, observan en el caso Emma una identificación con el amado. Para Tausk la identificación representa un paso intermedio entre el sentimiento de alienación y el delirio de influencia.
En que consistiría este “aparato”? Tausk describe cierta “invención” que no se dan en “un buen número de enfermos”. Es una maquina de naturaleza mística, que sirve para perseguir al enfermo, y es manejado por enemigos. Los acusados de tales maniobras pueden ser médicos o enfermeros a cargo de los cuidados del paciente, las personas amadas, familiares, es decir, siempre “Otro” vivido como persecutorio. Tausk enfatiza en que esta máquina seria en última instancia la proyección o representación de “los órganos genitales del enfermo”.
Los esquizofrénicos describen máquinas que pueden influir sobre ellos: una máquina podría enviar veneno por las canillas de la casa; el televisor puede convertirse en una máquina de influir, que envía mensajes cifrados. Así, no se trata de que el sujeto imagine una determinada máquina sino que cualquier cosa puede transformarse en máquina de influir”. Cf., Victor Tausk, “De la génesis del aparato de influencia durante la esquizofrenia” (1919)
Entonces, a partir de esta cita, es válido preguntarse si pueden ser un “aparato de influir” los ideales, los padres, el inconsiente?”

Maite  Tocino - Florencia Álvarez



[i]Freud, S. “Lo inconciente”. Tomo XIV, Obras Completas, Cap 7: “el discernimiento de lo Inconciente”. Ed. Amorrortur.
[ii] Idem anterior, pag 194.
[iii] Idem anterior, pag. 195.
[iv] Idem anterior, pag 195.
[v] Tausk, V. “Escritos psicoanalíticos”, ed Gedisa. “Acerca de la génesis del aparato de influir en el curso de la esquizofrenia”. Pag 185. 1975.

martes, 1 de marzo de 2011

Algunos apuntes sobre el alma y su lugar en la historia de la psiquiatría.

Repasando la historia de la psiquiatría podemos encontrar en muchos momentos el intento de localizar la enfermedad mental. En la antigüedad greco-romana, si bien  la predominancia del Corpus hippocraticum presumía que siempre lo que se enfermaba era el cuerpo (recuérdese la teoría de los humores), algunos autores, como Celio Aureliano,  ya mencionaban como  las enfermedades del alma, a las cuatro grandes protagonistas de las descripciones de la época para las perturbaciones de la conducta humana: la frenitis o frenesí, la letargia, la melancolía y la manía.
También es notorio cómo esta posibilidad de ubicar a la enfermedad como enfermedad del alma se ve reflejada en el acercamiento de filósofos  y religiosos al tema. Cómo ejemplo, vamos a  mencionar a Tomás de Aquino quien refería que “los locos y furiosos”, debían ser bautizados ya que “carecen del uso de la razón accidentalmente, a causa de algún obstáculo procedente de los órganos corporales, y no como los animales, porque (estos últimos) no tienen un alma razonable”. (las cursivas son mías).
Dejamos atrás el Medioevo y en el Renacimiento encontramos la particularidad de que la locura oscile entre ubicarse del lado de lo natural o del lado de lo divino. Primero, que afianzado el concepto de que el alma ha sido creada y no engendrada, ésta no podía enfermarse. Así, la melancolía, la manía, eran enfermedades del cerebro, es decir del cuerpo que es el instrumento por medio del cual el alma ejerce sus facultades. Sin embargo, en esa época, lo divino o lo mágico no se oponían a lo natural, sino que, podríamos decir,  hacían uso de ello; por ejemplo, el diablo exaltaba la bilis negra, es decir que provocaba una melancolía. El problema para algunos, especialmente algunos pacientes, es que cuando los remedios naturales no funcionaban la cura se lograba con fuego; incluso para muchos doctos religiosos ese era el único medio realmente útil ya que creían que cuando la melancolía cedía ante la intervenciones médicas era porque el maligno se ocultaba bajo otra forma.
Pero con el fin del siglo XVIII llega Pinel y su Tratado Médico-filosófico. Recordemos que el francés gustaba de las observaciones  estoicas sobre las pasiones y acerca esto a la medicina. Junto a Pinel y el tratamiento moral se suma Esquirol y el germen que da inicio a la psicopatología moderna, esto da lugar al comienzo de una transición en la cual el alma va dejando lugar al cuerpo en la mirada sobre la locura.
En nuestro país vamos a mencionar al doctor Reger Samaniego, descripto por quienes lo conocieron como un hombre sereno en sus explicaciones, flaco, de estatura considerable, y que gustaba de usar barba de un par de días. Incursionó en la psiquiatría como director del Instituto Frenopático de la calle Baigorria, en las cercanías del parque Saavedra, de Buenos Aires. Con una visión particular del dualismo mente – cuerpo, investigó sobre la localización del alma en el cerebro. Sus estudios la ubicaron cerca de la glándula pineal. Sin embargo, el problema surge al analizar  los métodos terapéuticos empleados por el Dr. Samaniego. Se cree que utilizaba métodos quirúrgicos para extirpar el alma de sus pacientes y trasplantarla en perros. Una vez realizado el trasplante los perros eran literalmente adiestrados hasta corregir sus conductas y luego se volvía a realizar la cirugía reinsertando el alma al cuerpo humano del paciente. Todos estos datos se conocieron a partir de la dificultad acaecida con una paciente llamada Diana, según unas cartas que recibió misteriosamente un señor llamado Félix Ramos, vecino de la paciente; nada de esto pudo ser comprobado.

Mariano Motuca.


Bibliografía:
Nueva Historia de la Psiquiatría. Jacques Postel y Claude Quétel (coordinadores). Segunda edición en español. Fondo de Cultura Económica. México. 2000.
Dormir al sol. Adolfo Bioy Casares. Primera edición. Emece editores. 1973.