ISSN 2250-6225 otorgado por CAICYT - CONICET (ISSN Argentina)

martes, 1 de marzo de 2011

Algunos apuntes sobre el alma y su lugar en la historia de la psiquiatría.

Repasando la historia de la psiquiatría podemos encontrar en muchos momentos el intento de localizar la enfermedad mental. En la antigüedad greco-romana, si bien  la predominancia del Corpus hippocraticum presumía que siempre lo que se enfermaba era el cuerpo (recuérdese la teoría de los humores), algunos autores, como Celio Aureliano,  ya mencionaban como  las enfermedades del alma, a las cuatro grandes protagonistas de las descripciones de la época para las perturbaciones de la conducta humana: la frenitis o frenesí, la letargia, la melancolía y la manía.
También es notorio cómo esta posibilidad de ubicar a la enfermedad como enfermedad del alma se ve reflejada en el acercamiento de filósofos  y religiosos al tema. Cómo ejemplo, vamos a  mencionar a Tomás de Aquino quien refería que “los locos y furiosos”, debían ser bautizados ya que “carecen del uso de la razón accidentalmente, a causa de algún obstáculo procedente de los órganos corporales, y no como los animales, porque (estos últimos) no tienen un alma razonable”. (las cursivas son mías).
Dejamos atrás el Medioevo y en el Renacimiento encontramos la particularidad de que la locura oscile entre ubicarse del lado de lo natural o del lado de lo divino. Primero, que afianzado el concepto de que el alma ha sido creada y no engendrada, ésta no podía enfermarse. Así, la melancolía, la manía, eran enfermedades del cerebro, es decir del cuerpo que es el instrumento por medio del cual el alma ejerce sus facultades. Sin embargo, en esa época, lo divino o lo mágico no se oponían a lo natural, sino que, podríamos decir,  hacían uso de ello; por ejemplo, el diablo exaltaba la bilis negra, es decir que provocaba una melancolía. El problema para algunos, especialmente algunos pacientes, es que cuando los remedios naturales no funcionaban la cura se lograba con fuego; incluso para muchos doctos religiosos ese era el único medio realmente útil ya que creían que cuando la melancolía cedía ante la intervenciones médicas era porque el maligno se ocultaba bajo otra forma.
Pero con el fin del siglo XVIII llega Pinel y su Tratado Médico-filosófico. Recordemos que el francés gustaba de las observaciones  estoicas sobre las pasiones y acerca esto a la medicina. Junto a Pinel y el tratamiento moral se suma Esquirol y el germen que da inicio a la psicopatología moderna, esto da lugar al comienzo de una transición en la cual el alma va dejando lugar al cuerpo en la mirada sobre la locura.
En nuestro país vamos a mencionar al doctor Reger Samaniego, descripto por quienes lo conocieron como un hombre sereno en sus explicaciones, flaco, de estatura considerable, y que gustaba de usar barba de un par de días. Incursionó en la psiquiatría como director del Instituto Frenopático de la calle Baigorria, en las cercanías del parque Saavedra, de Buenos Aires. Con una visión particular del dualismo mente – cuerpo, investigó sobre la localización del alma en el cerebro. Sus estudios la ubicaron cerca de la glándula pineal. Sin embargo, el problema surge al analizar  los métodos terapéuticos empleados por el Dr. Samaniego. Se cree que utilizaba métodos quirúrgicos para extirpar el alma de sus pacientes y trasplantarla en perros. Una vez realizado el trasplante los perros eran literalmente adiestrados hasta corregir sus conductas y luego se volvía a realizar la cirugía reinsertando el alma al cuerpo humano del paciente. Todos estos datos se conocieron a partir de la dificultad acaecida con una paciente llamada Diana, según unas cartas que recibió misteriosamente un señor llamado Félix Ramos, vecino de la paciente; nada de esto pudo ser comprobado.

Mariano Motuca.


Bibliografía:
Nueva Historia de la Psiquiatría. Jacques Postel y Claude Quétel (coordinadores). Segunda edición en español. Fondo de Cultura Económica. México. 2000.
Dormir al sol. Adolfo Bioy Casares. Primera edición. Emece editores. 1973.

1 comentario:

  1. Muy interesante querido amigo; y su estilo evoca a un hombre muy cercano a Bioy que ficcionaba y poetizaba con citas extraídas de la historia, la filosofía y la literatura.
    Sin embargo hay algunas palabritas acerca del alma que encontré´en una entrevista del año 1974, que me parecen bastante ilustrativas sobre aquello que comienzan a escribir Pinel y sus colegas: "El hombre no piensa con su alma, como imagina el filósofo. Piensa porque una estructura, la del lenguaje -la palabra lo implica- porque una estructura recorta su cuerpo y nada tiene que ver con al anatomía. Testigo, el histérico. Esta cizalla llega al alma con el síntoma obsesivo: pensamiento del que el alma se embaraza, no sabe qué hacer". (Lacan; Televisión.)
    ¿Qué lugar darle al alma? Tal vez no nos interese al todo, pero recordemos que hay una gran literatura sobre locura, y por qué sobre psicopatología (Roger Burton), previa a Pinel, que se vale del alma para formular exisitas observaciones e intuiciones que luego serán, por ejemplo, la psicosis maníaco depresiva o aquello mal conocido como "goce" (prometo una entrada al respecto).
    Abrazo
    Gastón

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